Hay una fuerza antigua, sabia y amorosa que habita en lo más hondo del alma. No es la ternura que se rinde, ni el amor que se resigna. Es el amor que se alza. Es la madre que ruge, la que no teme ensuciarse las manos por proteger lo que ama. La que no pide permiso para defender la vida.

Madre Rabia, Madre Coraje. No es la violencia vacía ni la furia sin raíz. Es la llama sagrada del instinto que brota cuando lo amado está en peligro. Es la que cobija con una mano y con la otra sostiene el fuego. Es la que se planta ante el depredador y dice: “hasta aquí”. Sin culpa. Sin vergüenza. Con la dignidad intacta de quien sabe que defender lo frágil no es debilidad, sino un acto profundo de amor.
Porque el amor también tiene garras. Porque la paz no es pasividad ni silencio ante la injusticia. Es una decisión valiente que se construye todos los días. Es una práctica de resistencia ante un mundo que a menudo nos quiere rotos, sumisos, separados de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.
Esta madre que arde no destruye por placer. No busca la guerra interna. Busca la vida. Defiende la vida. Y en su fuego hay claridad, hay impulso, hay poder sanador. Nos recuerda que la rabia no siempre es enemiga, que a veces es aliada, que cuando se alinea con el alma, puede abrir caminos de justicia, de límites, de amor verdadero.
En cada persona habita esa madre. En cada ser vivo que cuida, que protege, que dice “no más”, que abraza a su gente y alza la voz. Esta madre no es mito, es real. Vive en quienes han sobrevivido, en quienes siguen, en quienes aún con miedo, se atreven a amar con todo y a luchar por lo que importa.
Porque la rabia no es lo contrario al amor. Es, muchas veces, su escudo.
Y el coraje, su fuerza que abre el mundo.
Christian Ortíz.
Nuestra Señora de la Noche.

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“Las religiones centradas en la adoración de un dios masculino generan estados de ánimo y motivaciones que mantienen a las mujeres en una posición de dependencia psicológica frente a los hombres y a la autoridad patriarcal. Al mismo tiempo, legitiman el poder político y social de los padres y los hijos dentro de las instituciones de la sociedad.”
— Por qué las mujeres necesitan a la Diosa, Carol P. Christ.
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