En medio de una crisis climática global y una renovada búsqueda espiritual, el Movimiento de la Diosa emerge como una propuesta que combina mitología, feminismo y ecología para ofrecer una nueva mirada al vínculo entre el ser humano y la Tierra. Más que un simple retorno a tradiciones ancestrales, este fenómeno contemporáneo abre una puerta hacia una espiritualidad ecofeminista que cuestiona las estructuras patriarcales y extractivistas que han dominado la historia reciente.
Christian Ortíz, investigador, sacerdote de la Diosa y divulgador, describe este movimiento como un “emblema de resistencia” que reivindica la figura femenina no solo como una deidad o mito, sino como un arquetipo poderoso de transformación y cuidado. En su video explicativo sobre el Movimiento de la Diosa y la ecoespiritualidad, Ortíz subraya cómo esta corriente se nutre tanto de religiosidades populares como de prácticas neopaganas, generando una red diversa y plural de creencias y rituales.
Esta revitalización espiritual, que desde los años setenta ha ido tomando fuerza, se traduce en una vuelta consciente hacia modelos de vida que respetan los ciclos naturales y la sacralidad del planeta. La Diosa, en sus múltiples manifestaciones culturales —desde la madre tierra hasta la destructora y transformadora— se convierte en un símbolo de “reciprocidad y armonía”, valores esenciales para enfrentar el deterioro ambiental y social que aqueja al mundo.

Pero el Movimiento de la Diosa no es solo una corriente espiritual, sino también un actor social. Su influencia atraviesa los feminismos actuales, los movimientos ecologistas y las comunidades espirituales que buscan no solo sanar individualmente, sino transformar las estructuras que perpetúan la desigualdad y el daño ambiental. La diversidad dentro del movimiento —que incluye meditaciones, rituales, arte, y activismo— refleja la riqueza y pluralidad de voces que dialogan bajo esta bandera.
Entender esta espiritualidad implica reconocer que la recuperación de la Diosa no es una mera nostalgia, sino una apuesta hacia una convivencia sostenible y justa, una invitación a “reconectar con la tierra”. En este sentido, el movimiento plantea preguntas profundas sobre nuestro lugar en el mundo y la forma en que nos relacionamos con lo vivo, promoviendo un cambio de paradigma que va más allá de la religión para tocar lo cultural, lo político y lo ecológico.
El Movimiento de la Diosa, en definitiva, es un llamado a redescubrir la potencia de lo femenino y lo natural como fuentes de sabiduría y resistencia, un eco espiritual que resuena con fuerza en un mundo que busca nuevas raíces para seguir creciendo.
Fuente: Magna
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