¿Dónde está Ella? La ausencia simbólica de lo femenino en la Trinidad

Cuando contemplamos las imágenes tradicionales de la Santa Trinidad, vemos una escena repetida hasta el cansancio: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, generalmente representado como una paloma. Tres figuras masculinas o masculinizadas. Tres formas de lo sagrado que no dejan espacio a lo femenino, ni siquiera simbólicamente. ¿No sientes que falta algo?

Desde siglos atrás, la tradición cristiana hegemónica —impulsada por estructuras patriarcales e instituciones colonizadoras— ha omitido activamente toda representación simbólica, espiritual y teológica de lo femenino como parte integral de lo divino. Esta omisión no es inocente: es parte de un proceso de mutilación simbólica que ha relegado a la mujer a lo periférico, lo terreno, lo subordinado, y ha invisibilizado por completo su presencia en los arquetipos de lo sagrado.


¿Dónde está la Madre? ¿Dónde está la Mujer? ¿Dónde está lo Femenino Sagrado?

El cristianismo patriarcal ha negado sistemáticamente la posibilidad de imaginar a Dios con rostro femenino. Desde las teologías feministas y de la liberación, autoras como Ivone Gebara han cuestionado el androcentrismo teológico que ha hecho de Dios un varón autoritario, dejando fuera a millones de cuerpos, vivencias y espiritualidades femeninas.

Elizabeth Johnson, en su obra She Who Is, propone resignificar el lenguaje sobre Dios para incluir imágenes femeninas como expresión de lo divino. No se trata de “hacer de Dios una mujer”, sino de recuperar las múltiples formas en las que lo sagrado puede manifestarse más allá de las categorías binarias o masculinizadas impuestas.

Desde una mirada decolonial, Marcella Althaus-Reid nos recuerda que la teología no sólo ha sido patriarcal, sino también heterosexual, colonial y clasista. En su libro La teología indecente, propone desobedecer las formas normativas de representar lo divino y abrir espacio para lo excluido: los cuerpos racializados, disidentes, empobrecidos, femeninos y queer.



¿Y si el Espíritu Santo también fuera Ella? ¿Y si la Trinidad fuera una familia expandida, diversa, que incluyera a la Madre, la Abuela, la Hermana, la Comadre?

Lo que falta no es sólo una figura femenina en el cuadro. Lo que falta es el reconocimiento simbólico, político y espiritual de las mujeres, de lo femenino, de las corporalidades no hegemónicas como parte viva de lo divino. Lo que falta es una teología que no tema nombrar a Diosa. Que reconozca que en la ternura de una madre, en la fuerza de una partera, en la sabiduría de una abuela, también habita el Misterio.

Las espiritualidades indígenas, africanas, y muchas tradiciones populares ya lo saben desde hace siglos: lo sagrado tiene rostro de mujer, tiene matriz, tiene sangre, tiene nombre.

Por eso, cuando vemos la Trinidad y sentimos que falta algo, no es imaginación. Es memoria ancestral. Es intuición espiritual. Es justicia simbólica.

Porque aquí falta la Madre. Aquí falta la Mujer. Aquí falta Ella.

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