La Diosa Anciana.

Una de las facetas de la Divinidad menos conocida y más temida, incluso ocultada es la anciana. La Diosa anciana es el caldero de transformación, la señora que de los misterios, señora del otoño, es “la que sabe”, la curandera. En mitología y religión ha sido asociada a Divinidades como Ceridwen, Hestia, el descenso de Inanna para encontrarse con su hermana Ereshkigal, la faceta anciana de Hácate, y las facetas oscuras de Diosas triples.

Ella es la puerta hacia la transformación, es la señora que nos espera para caminar mas allá de la niebla, porta la sabiduría de soltar, es un árbol otoñal que deja partir a las que fueron sus hojas; ella se está preparando para dormir en el frio del invierno. La Diosa Anciana es oscura y misteriosa, ella ya no sostiene la vida, ella es la cortadora de la vida, sabe que cosas tiene que vivir y cuales morir, de ahí su asociación a las artes visionaras, místicas y sanadoras.

Ella es la luna menguante hacia la luna oscura y se va borrando para ir a la oscuridad. En esta fase parece haber ausencia de luna, pero no es así, ella está en silencio e introspección. Posiblemente estas características son por las que muchas personas “sufren” o evitan tratar con este aspecto de la Divinidad. En ella se encuentra “la sombra” que solo puede ser tocada desde el silencio interior, la introspección y el despego de nuestras identidades inventadas. Ella es “La que sabe”, la que te espera en los cruces de camino, la que no es muy bien vista por la mayoría, la anciana curandera que te espera en la noche del alma. Ella tiene las llaves entre los mundos, ella es entre los mundos.

En términos lunares – menstruales es la fase de sangrado menstrual que invita a la interiorización, al trabajo depurativo, y al viaje hacia la propia entraña. Las mujeres experimentan a la Diosa Anciana y su sensibilidad aumenta y las conecta con los mundos sutiles. Algunas lágrimas que se guardaron en el alma se atreven a brotar, los fríos guardados se manifiestan y las heridas de la psique se trasforman en puertas hacia el mundo de abajo; en donde la sombra nos espera para ser abrazada. Los hombres sienten a la Diosa Anciana también, son seres cíclicos, hormonal, vital y espiritualmente. El patriarcado y las masculinidades enfermas los han descontado de la aceptación de su naturaleza completa. La Anciana toca a los hombres de formas similares que a las mujeres, si bien no hay un sangrado mensual, a los hombres también les llegan “sus días” de sensibilidad y necesidad de introspección. Es triste ver como muchos hombres al no saber danzar los ciclos de la luna, terminan reprimiendo, negando y no integrando su sombra, provocando reactividad, enfermedad y conductas violentas hacia las mujeres. Quizá una de las bases del machismo es la incapacidad de los hombres de integrar su “anima” o parte femenina interior. Al no integrarla, la desprecia e intenta destruirla; proyectándola principalmente en las mujeres y en lo que se considera “femenino”, ya sea dentro o fuera de sí mismo. Para abrazar a La Diosa Anciana, hombres y mujeres hemos de integrar la sombra negada, todos aquellos componentes socialmente repudiados, censurados o temidos que también son parte de la naturaleza.

En la fase lunar menguante es necesario aprender a soltar, dejar que partan personas, acontecimientos o posturas ante la vida que no son funcionales. Es un tiempo de guardar silencio, meditar y entender que los finales simplemente son la semilla de un nuevo comienzo.

En esta fase – rostro de la Diosa la sabiduría del tiempo, los cambios y la perpetua transformación han de ser comprendidos. Toda vida vuelve a su fuente, y es justo ahí cuando la vida es renovada.

… Las semillas están enterradas, como muertas en lo oscuro. En el seno de la tierra emergen, crecen, dan fruto, a veces se transforman en árboles muy grandes. En otoño los árboles se desnudan, sueltan todo lo que no les sirve, dejan sus hojas partir, no se apegan ni se aferran; se quedan como muertos. Cuando llega la primavera reverdecen y otra vez se llenan de vida. Esta es una visión basada en la Tierra de lo que pasa también con las personas cuando mueren. Desde el más chico hasta el más grande, simplemente están danzando la vida- muerte-vida. Ella es la cuna, pero también es la tumba de todos. Ella es la gran Transformadora…

Danzamos con los ojos abiertos en lo sagrado cotidiano, dejemos que la luna guie nuestros pasos, seamos mareas, seamos luz de luna.

Diosa nos abraza y bendice

Rev. Christian Ortíz

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